Perfeccionismo: Creer que uno debe ser perfecto y cometer errores
es inaceptable.
Aprobación constante: Pensar que es necesario contar con la
aprobación y el cariño de todos para sentirse valioso.
Catastrofismo: Creer que lo peor siempre va a suceder, sin
considerar otras posibilidades.
Generalización excesiva: Asumir que si algo malo sucede una vez,
siempre sucederá igual.
Pensamiento dicotómico: Ver las situaciones en blanco y negro,
sin reconocer matices o áreas grises.
Deberías: Tener expectativas rígidas sobre cómo uno mismo y los
demás deben comportarse.
Personalización: Creer que uno es el responsable de eventos fuera
de su control.
Descalificación de lo positivo: Ignorar o minimizar los logros y
aspectos positivos, enfocándose solo en lo negativo.
Lectura de mentes: Suponer que se sabe lo que los demás están
pensando, especialmente si es algo negativo.
Predicción del futuro: Creer que se puede prever con certeza lo
que va a suceder, generalmente en términos negativos.
Autoetiquetado negativo: Describirse a uno mismo de manera
negativa, sin considerar pruebas objetivas.
Responsabilidad excesiva: Sentirse responsable por las emociones
y problemas de otras personas.
Comparación constante: Medirse a uno mismo contra los demás,
generalmente encontrándose en desventaja.
Intolerancia a la frustración: Creer que no se puede tolerar la
incomodidad o el fracaso.
Emociones como hechos:
Asumir que porque uno se siente de cierta manera, eso debe ser verdad ("Me
siento incompetente, por lo tanto, soy incompetente").